top of page
  • Foto del escritorLucía Chiola Iannone

El dilema Millennial/Centennial

Millennials o Centennials, nadie entiende bien la diferencia. Pero lo nominal, en este caso, no tiene importancia. Me estoy refiriendo a la generación adolescente actual, a los que nos jactamos de haber venido a romper los estereotipos, a cambiar el mundo. Somos los que creemos que podemos con todo, contra todo y todos juntos. Miren si seremos revolucionarios, que gritamos por Twitter, debatimos por WhatsApp y criticamos por Instagram.

Siendo nuestro supuesto mayor logro la destrucción de un estereotipo, por accidente creamos otro en el proceso. No, no somos ni machistas, ni homofóbicos, ni pretendemos cuerpos hegemónicos. Pero ni se te ocurra venir a pensar distinto, que acá ideología hay una sola y, como somos unidos, te vamos a bardear entre todos. Si tu pañuelo es de otro color o tu opinión no coincide con la que colectivamente se estableció como correcta, no vamos a tener la paciencia suficiente para sentarnos a dialogar, y eso que levantamos la bandera de la plena libertad de expresión. Si no tenés argumentos, nos reímos de vos. Y si los tenés en contra, nos negamos a escucharlos.

Somos la generación que tiene toda la información al alcance, y sin embargo no nos dignamos a constatar ni una fuente. Si algo se dice en Twitter, es verdad absoluta, alguien ya debe haberlo corroborado previamente. Y si no fuera verdad, ¿quién se anima a oponerse? Ya no hace falta el 90-60-90, ni la piel bronceada, ni la depilación. Pero que no falte la opinión genérica, ni el discurso repetido. Al fin y al cabo seguimos siendo esclavos de un patrón de conducta.

El mundo no es para tibios. Acá es blanco o negro. No existe la escala de grises. Decidite. Pero más vale que tires para donde tira la mayoría. No tengas miedo, no seas sumiso, despertate y luchá, pero siempre de nuestro lado. Todos fuimos parte de lo que hoy criticamos, y aunque a la memoria de nuestros teléfonos le sobren gigas, eso parece que lo olvidamos fácilmente. Al que todavía es parte de la otra vereda, le arrojamos piedras, aunque nos hayamos declarado en contra de la violencia.

Somos libres de hacer lo que queramos, cuándo y cómo lo deseemos y con quien tengamos ganas. Pero por las dudas hay que subir una fotito a Instagram. Para conseguir aprobación. Para ratificar lo que estamos haciendo. Porque nadie viaja sin sumar fotos de la experiencia a su feed. Si vas a París, todos esperamos tu imagen con la torre Eiffel de fondo, y si es en retrato, aunque el paisaje se vea todo borroso, mejor. Si salimos a comer y no subimos una historia, es como si no hubiésemos ido. Ya no existe la memoria, ahora existe el archivo de Instagram. Qué paradójico, los mejores momentos suelen ser justamente los que no tuvimos tiempo ni ganas de fotografiar.

Vivimos para las redes, creemos que es lo correcto. Pensamos como en las redes, no lo cuestionamos. Creamos un estereotipo que no sabemos destruir, y eso que no sería la primera vez que lo hacemos. Tenemos miedos, aunque presumimos valentía. Lo más corajudo que hacemos es responder un tweet o mandar un whatsapp.

Despertate, ahora en serio. Leé, pero no scrolleando en las redes, sino pasando las páginas de un libro, que eso no se hace solo en la escuela. Levantá la vista de la cámara, hay un paisaje que se ve más bonito sin filtro y no porque en el pie de foto uses el hashtag “nonfilter”. Hay un mundo fuera de las redes y hay otro dentro de ellas que nada tiene que ver con presumir, con tener un pensamiento genérico, con buscar aprobación, sino con difundir proyectos que valen la pena, con mostrar lo que sabés hacer, con intercambiar opiniones con buenos argumentos y, ante todo, respeto. Hay un mundo dentro de las redes que nos estamos perdiendo, aunque creamos que conocemos todos los rincones del internet. Somos la generación que vino a cambiar el mundo, ¿qué estamos esperando?

.

Lucía Chiola Iannone

bottom of page