top of page
  • Foto del escritorLucía Chiola Iannone

La mujer de los ojos tristes

¿Puede alguien vivir con ganas de llorar? Llorar se puede, se quiere y se necesita. Ella lo necesita y sus ojos lo hacen notar. Hacerlo hasta disipar el dolor, hasta reducirlo, hasta sentirse acompañada transitándolo.

Se puede vivir llorando por dentro y esta mujer lo sabe muy bien. De hecho, tantas lágrimas acumuló en su interior que su mirada quedó inundada para siempre.

Así, se convirtió en la mujer de los ojos tristes, como yo la llamo. Su iris, pese a claro, no hace más que oscurecer su rostro, tornándolo sombrío. Su mirada húmeda recorre el mundo gritando a cuatro vientos que no es feliz. No importa la circunstancia, en cualquier momento del día y en cualquier lugar, ella se destaca por ser la mujer de los ojos tristes.

Cada tanto, llora delante mío y yo no sé qué hacer, ni qué decir, pero ella tampoco exige palabras. Parece que hace tiempo perdió la esperanza de recibirlas o será que sabe que ninguna de ellas logrará extirparle el dolor.

La mujer de los ojos tristes también sonríe, aunque hace tiempo olvidó lo que es la felicidad, y yo creo que hasta le teme. Goza pequeños instantes de alegría, pero sus ojos no tardan en recordarle la maldición que la acecha. Entonces, su sonrisa desaparece por completo y sus oídos la castigan con el sonido de las carcajadas de quienes están a su alrededor y jamás podrán comprender su dolor.

La mujer de los ojos tristes está llena de miedos. Su mayor temor, el espejo. No se anima a pararse frente a él y observar su mirada lastimada. Sin embargo, eso no la detiene, demuestra tener el valor que quienes no sufrimos tanto no tenemos, ni entendemos. Supongo que será la historia detrás de sus pupilas, la que no comparte con nadie, la que le otorga tanto coraje.

La mujer de los ojos tristes no tiene un gramo de maldad, eso lo digo con seguridad. No le desea a nadie su pesar y hace lo imposible por mitigar los pesares ajenos. No pide ni ayuda, ni compasión. Incluso se queda callada porque tiene la equívoca convicción de que su presencia molesta. Eso sí, yo creo que envidia tiene. ¿Quién, en su lugar, sería incapaz de envidiar a las personas felices?

La mujer de los ojos tristes es un cofre de misterios. Hay quienes nos perdemos en sus pupilas, en donde sólo resulta clara la tristeza, intentando develar los secretos que esconde detrás. Hay quienes con la mirada, su lenguaje favorito, intentamos decirle todo lo que no nos sale a viva voz. Mujer de los ojos tristes no temas, que no soy espejo ni te voy a juzgar. Que no tengo la palabra mágica, pero bien sé escuchar. Que ya no quiero verte llorando por dentro, quiero que empieces a gritar.

.

Lucía Chiola Iannone

bottom of page