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  • Foto del escritorLucía Chiola Iannone

Los vínculos no viven del recuerdo

Romper con una pareja es fácil. Bueno, no tanto. Lo que quiero decir es que romper con una pareja es, en la mayoría de los casos, mucho más sencillo que romper otro tipo de relaciones.

Con una pareja existe un café de por medio, una mesa, un “no sos vos, soy yo”, aunque a veces sea mentira. Con una pareja existen las lágrimas, el abrazo o la ropa arrojada por el balcón y cada uno sigue por su lado. Si bien hay un tiempo anterior a la ruptura en el que el vínculo comienza a deteriorarse y un tiempo posterior en el que cuesta superarse, hay un momento preciso en que escribimos un final para la que fue una historia de amor.

Con un amigo las cosas son distintas. Muy distintas. Con un amigo no existe el bar de la esquina, ni la asunción de culpas, ni el “hasta siempre”. Una persona puede ser tu mejor amiga hasta que un día caés en que no lo es más. En medio de esos dos hechos, hay un suceso de señales que nos conducen hacia un inevitable final, pero aquello solemos descubrirlo más tarde, o negarlo. Al igual que otros tipos de relaciones, la amistad se va destruyendo paulatinamente, pero acá nadie tiene las agallas de sentarse y decir basta, pues esa es una tarea comúnmente delegada al destino.

Con un amigo podemos haberlo vivido todo: podemos haber soñado juntos, viajado y hasta convivido, pero en un momento deja de existir en nuestro presente, y entonces la relación no existe más. Aunque ese amigo haya sido el único que te sostuvo la mano al lado del ataúd de la persona que más te dolió perder, el único que te motivó a salir con quien creíste que era el amor de tu vida y el único que te consoló cuando descubriste que no lo era, hoy la distancia existe y el vínculo ya no, porque los vínculos no viven del recuerdo.

La distancia duele y mucho, más cuando se está cerca en espacio, pero lejos en sentimiento. La distancia arde, más cuando no podemos hacer nada al respecto, más todavía cuando podemos y no nos animamos. Porque esa persona que alguna vez lo fue todo, hoy se siente como un completo desconocido y que sé yo si todavía tiene ganas de tenerme al lado durante el funeral de su abuela.

Escribir es más fácil que vivir, eso lo sé muy bien. Entonces, decir que los vínculos no viven del recuerdo resulta sencillo, y hasta suena bien. Sin embargo, la vida es otra cosa más allá del papel y yo sigo mirando a esa persona con quien comparto las mejores anécdotas y me engaño llamándola amiga. Porque no existió el café, ni la mesa, ni la ropa arrojada por el balcón, pero tampoco necesité de todo eso para saber que lo nuestro hoy en día se reduce tan solo a recuerdos. Ya no hay amistad, sino retazos de historias que se desvanecen en nuestra memoria y se aparecen para regarnos instantes de nostalgia en tardes de domingo, justo cuando me siento a escribir.

Escribo que romper con una pareja es fácil porque es un final asegurado, porque aunque exista la ilusión de volver, alguien ya dijo que no. En cambio, acá nadie dijo nada y es por eso que uno se limita a aferrarse a pedazos de pasado para creer que todavía hay amor, cuando dos personas que ya no se conocen, no pueden quererse bien.

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Lucía Chiola Iannone

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