top of page

Siempre que te vea, voy a sonreír

Siempre que te vea inevitablemente voy a sonreír, pero quiero que sepas que no te sonrío a vos, le sonrío a nuestros recuerdos juntos, a esa persona que eras y que ya no sos, o qué tal vez sos pero simplemente no puedo comprenderte como antes lo hacía.

No puedo evitar esbozar una sonrisa porque es innegable lo felices que fuimos, y hablo en tiempo pasado porque ya no lo somos, o quizás lo somos, pero con otras personas, en otros lugares, en otras circunstancias.

Entonces, de oreja a oreja se me dibuja una curva en el rostro, por más que quiera impedirlo, porque en mi cerebro se está fabricando, en simultáneo a nuestro encuentro, una película de todos los buenos momentos compartidos, una película que ya terminó y que probablemente no tenga secuela. Pero entiendo que así es la vida, y lejos estoy de entristecerme o sentir nostalgia por todo aquello. Soy fiel creyente de que los caminos se cruzan cuando deben hacerlo, de que a veces se hacen uno solo y en otras ocasiones se bifurcan, como sucedió en este caso, pero nadie tiene la culpa, simplemente no tenía que ser y sé que algún día vamos a entender por qué no fue. No niego que fue difícil entender todo esto que hoy escribo con tanta convicción. Miles de veces perdí el sueño intentando deducir en qué habíamos fallado, algunas noches te eché la culpa a vos y en otras ocasiones me hice cargo yo. Por mucho tiempo creí que me habías lastimado intencionalmente, que sabías que yo sufría tu ausencia y sin embargo no hacías nada al respecto. Un día se me ocurrió plantearme si acaso vos no sentías lo mismo, porque jamás sabré si yo te fallé o si dejaste de encontrarme en lugares donde antes mi presencia no te faltaba. Pero es que los seres humanos creemos que nuestra personalidad es universal, que todos sienten igual, que si a nuestro juicio no nos equivocamos es porque definitivamente no fue así. Por eso te debo unas disculpas, aunque recién ahora me atreva a confesarte que en mi mente por mucho tiempo fuiste el culpable, aunque probablemente nos hayamos distanciado por razones que no podemos comprender ni podemos alterar.

Pido perdón por si alguna vez sentiste que no le hice honor a mi promesa de estar ahí siempre, pero especialmente me disculpo por intentar construir un camino compartido cuando el destino claramente intentaba separar nuestros senderos. Porque ahora comprendo que es todo parte de un plan perfecto y esa persona que antes perdía el sueño intentando desenredar una maraña de dudas, ahora duerme tranquila y feliz, porque lo que tenía que pasar, pasó, quien se tenía que ir, se fue, nueva gente llegó y todo sirve para aprender. Hoy, con más madurez de la que tenía cuando me rompía las manos para construir un camino con vos que era imposible de lograr, puedo valorar lo que me enseñaste, recordar los buenos momentos y anécdotas que me dejaste, convertir los errores en lecciones de vida y desearte lo mejor en esa ruta que cada vez se aleja más de la mía, pero que seguramente te espera con cosas maravillosas que indudablemente mereces. Por último repito: si en alguna intersección gozamos la suerte de encontrarnos, no dudes de que voy a sonreír. Voy a sonreír en memoria de lo que alguna vez fuimos y porque tengo la certeza de que la vida me va a cruzar con alguien que me haga tan feliz como vos me hiciste, o más. .

Lucía Chiola Iannone

bottom of page