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  • Foto del escritorLucía Chiola Iannone

Una historia para contar

Todos somos iguales. Parecidos, al menos. Bastante similares en esencia. Aunque te declares en guerra con el mundo, te creas distinto, revolucionario. Ineludiblemente, somos montones de lo mismo. Si tuvimos la gran fortuna de nacer con las necesidades básicas cubiertas, si el plato de comida jamás faltó sobre la mesa, o estuvo la mayoría de las veces, si tenemos la capacidad de percibir el mundo que nos rodea, si nos paramos sobre una realidad sumamente afortunada, somos lo mismo.

Todos sufrimos por algo alguna vez, generalmente unas cuantas. Todos lloraron al menos una vez en la vida, incluso varios lo hacen una vez por día. ¿Y quién no le ha dedicado algunas lágrimas al desamor? Son pocos.

Nuestros miedos son parecidos. Los dedos de escasas manos alcanzan para contar a quienes son capaces de enfrentar a las cucarachas, aunque las arañas no se quedan atrás. A la soledad también le tienen miedo muchos, pero pocos lo dicen a viva voz. ¿Y a los diagnósticos médicos? Levante la mano quien no les teme. Está mintiendo.

Hay quienes les toca luchar demasiado y hoy son titanes, héroes invictos de la guerra contra la desgracia, o están en camino a serlo. Luego estamos los vulnerables, los que tuvimos demasiada suerte y todavía no nos toca hacerle frente al huracán.

Todos tenemos una canción que nos eriza la piel y una que no podemos escuchar, por la razón que sea. Se la habías dedicado a alguien, ¿no?

Hay un abrazo que cura todo, o casi. Hay una voz que ojalá nunca nos falte. Hay un consejo que no olvidaremos jamás. Hay cosas que queremos olvidar y jamás podremos. Hay gente que por las dudas nunca más, aunque a veces si. Mierda, qué difícil es soltar.

A todos se nos fue alguien que queríamos demasiado y todavía no entendemos por qué. Apuesto lo que sea a que alguna vez el mundo te pareció estúpido e injusto por eso, muy injusto. Perdí muchas apuestas, pero que esta la gano, seguro.

Un amigo reconforta a cualquier humano. Y ni hablar del placer que da el dolor de panza de tanta risa. ¿A quién no le gusta reír?

No conozco persona que no quiera ser feliz, al final del día, todos buscamos sonreír y todos queremos amor, de donde venga, como sea. La mayoría sabe darlo, a su manera. No todos saben recibirlo.

El lunes no es el día favorito de nadie, aunque el domingo compite por el mismo puesto. Despertar cuando suena la alarma es difícil para cualquiera y a su sonido lo detesta quien lo escucha, sin excepciones.

Quienes gozamos la suerte de tener voz, gritamos mucho alguna vez y hay una canción que cantamos a todo pulmón. Qué bien que se siente.

¿Y quién no le ha perdido una partida al destino? Probablemente fracasaste varias veces, te aviso que el planeta no te odia, nos pasa a todos.

En algo creés, sea el destino, sea Dios, el universo, la astrología, la bruja de la esquina o en vos mismo. Pocos tienen esta última religión. Muchos sufren por la carencia de la misma.

Hay una comida que es tu favorita y un chef que no puede faltar. Sin mucha estadística, creo que la mayoría de las competencias las gana la abuela. Hay una comida que funciona como máquina del tiempo, que te transporta al pasado, que funciona como avión y te lleva a otro lugar. Hay una comida que no podés probar.

Proyectos sobran en cada mente: la universidad, la familia, dar la vuelta al mundo, trabajar de lo que te apasiona, cualquier cosa que te propongas.

Hay variantes de los mismos deseos, de los mismos temores, de las mismas experiencias que nos hacen únicos, pero en esencia, somos lo mismo. No sé por qué insistimos en declararnos la guerra, si todos buscamos más o menos lo mismo, si todos pretendemos ser felices, si nadie quiere ni sabe vivir sin paz mental.

Tal vez decir que somos todos lo mismo sea reducir a toda la humanidad o a gran parte de ella a un conjunto de párrafos, pero hay algo dentro de esta generalización que es innegable. Más allá del dolor, de la suerte, del destino, a pesar de las subjetividades y las diferencias, luego de cada experiencia y al final del día, todos tenemos, todos buscamos y todos queremos una historia para contar.

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Lucía Chiola Iannone

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